El inquilino que habita cada ser,
no paga el alquiler cumplidamente, se niega pese a sus posibilidades a entregar
algo que él cree descontado por el hecho de habitarnos; limpia el polvo de los
rincones del alma, remueve la humedad del espíritu, riega las plantas del corazón,
aceita las bisagras de las palabras y los actos, en fin, este inquilino se cree
con el derecho absoluto de permanencia dada sus atribuciones, ¡pero basta ya! Toca
reducirlo y arrinconarlo, llevarlo hasta la desesperación para que en acto
conjunto se capitule racionalmente ante la existencia.
Hollister de Boisregard. 1725-1789.
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